El rincón de Diego

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domingo, 31 de enero de 2010

Primer Aniversario


Más de 15 días sin escribir una sola palabra. El reciente consejo de dirección, la llegada de Diego, la visita de mi madre y mi suegra y una inoportuna lesión en la rodilla mientras practicaba Karate, han hecho que no atendiera a mi cita con la hoja en blanco. Han pasado muchas cosas, incluido nuestro primer aniversario en tierras Filipinas: el 9 de enero hizo justo un año que aterrizábamos en el aeropuerto de Ninoy Aquino, con cara de despistados y un cálido escalofrío que me recordaba que estaba “vivo” de miedo.

Ya con 16 años, para desconsuelo de mis allegados, mostraba esa querencia al abandono del hogar. Fue a esa temprana edad la primera vez ( sin tener en cuenta el viaje a Suiza unos años antes) que cogí mi mochila, el bocadillo de jamón que mi hizo mi abuelilla, me puse una mano delante y la otra atrás y me perdí solo varios meses por tierras inglesas. Echando la vista atrás, veo aquella experiencia como una bendita locura que en gran parte ayudó a formar la persona que soy hoy en día. De eso polvos vienen estos lodos, siempre he creído que el destino – sea lo que sea eso – jamás da puntadas sin hilo.

18 años hace desde que deje por primera vez a mi madre y a mi tía Mari Mar llorando a escondidas en Barajas. Por ese motivo, no dejo que nadie vaya a despedirme al aeropuerto, nunca se me dieron bien las despedidas, ni quiero aprender.


El mes previo a nuestra venida a Filipinas fue duro. Los días se contaban por las personas a las que había que decir Adiós sin pronunciar la cruel palabra. Trataba de inventar nuevas tretas para engañar al calendario, pero nada retrasó aquella mañana nevada de invierno en que Marisa y yo cogimos un avión haciendo que sabíamos lo que hacíamos. Siendo completamente sincero, también fue un gran alivio dejar cierta parte de mi vida en España. Aunque de esa parte no voy a hablar aquí.

Aprendí que se puede huir de todo menos de uno mismo, pero que tampoco hay necesidad de hacerlo. Comprendí que aceptar las limitaciones y debilidades es la mayor de las fortalezas, hay que ser muy valiente para ponerse en frente del espejo cuando hasta este te retira la mirada. Nunca he defendido eso de que lo que no te mata te hace fuerte, pues hay vivencias que nos debilitan, que no aportan nada y no merecen más que ser olvidadas. Acepté que el olvido no está prohibido. Lo que sí creo es que solo se aprende viviendo. Y este último año me ha brindado un curso acelerado.


Desde muy joven siempre me sentí atraído por Asía, vivir aquí es visitar emociones más que monumentos. Cada día en las noticias hablan de desastres en forma de tifones o terremotos, la pobreza convive con las ganas de seguir adelante y la esperanza es un esperar sin saber muy bien a qué. A pesar de todo, es más fácil encontrar la sonrisa de un niño aquí que en occidente. Precisamente, esto hace del sudeste asiático un lugar mágico y fascinante. Sus gentes disfrutan más de lo que la vida les puede dar, pues son muy conscientes, mucho más que nosotros, de que mañana todo se puede acabar.

¿Cómo me siento aquí? A veces como en casa, a veces como un extraño. A veces cómodo y muchas otras me largaría de aquí sin dar tiempo a hacer las maletas. Lo que no tengo nada claro es a donde me iría, ni si tengo ganas de volver a España. Ahora cada decisión involucra a tres y no a dos.

Muchas cosas han cambiado en solo doce meses: Nuevo trabajo, nuevo país y continente, paternidad recién estrenada… Desde luego puedo decir que mi vida es de todo menos aburrida. El tiempo se me pasa volando y este último año ha sido un fugaz suspiro. Y eso que al principio contaba los días como si estuviera en la cárcel. Es curioso, a la gente que dice que la vida se le pasa volando, el día a día se le suele hacer eterno. Mis días, y con ellos las semanas y los meses, pasan sin que casi me tiempo a darme cuenta. Muy deprisa, demasiado. Me da en la nariz que en esta lucha encarnizada con “tempus fugit” pierdo de todas, todas. Aunque, por supuesto, me negaré a aceptarlo “until the very end”.

¿Y para este año recién estrenado? Espero seguir escribiendo, tengo muchos temas pendientes. Seguir con la tesis, sacarme el cinturón negro, viajar más: India, China, Tailandia, Camboya… Y por supuesto la mayor de las aventuras: ver crecer a Diego y quizás esperar la llegada de Rocío.

Mario Jiménez.





domingo, 17 de enero de 2010

En busca del tiempo perdido. Mi historia del parto




Si a Proust aquella famosa magdalena le evocaba recuerdos de su infancia, en mi vida ha habido cuatro o cinco momentos, no más, que resumirían mi historia. Treinta y cuatro años recogidos en cinco segundos, no deja de ser irónico.


Es difícil describir todos los sentimientos que luchaban por encontrar su lugar en mi interior. La angustia de no saber exactamente qué estaba pasando, el miedo a lo peor, la falta de confianza a unos médicos que nunca supieron ganársela, la soledad de aquella sala, la ilusión de una nueva esperanza, la alegría al mirar unos ojos entreabiertos, la tranquilidad al velar sus sueños……..

Diego ya no era capaz de ganar más peso. Problemas en la placenta, o una extraña bacteria o…. qué más da. En una habitación contigua a la sala donde nos hacían las ecografías, tuvimos que decidir si adelantar el parto. El niño parecía estar sufriendo, su ritmo cardiaco no respondía como se esperaba. Angustia y más angustia. Dudas.

El saber que es costumbre habitual en Asia incentivar las cesáreas por motivos económicos - un parto por cesárea cuesta el doble que uno natural- no ayuda a la decisión. En está ocasión la intervención quirúrgica parecía justificada, ¿o no? Sigo sin querer entender cómo se pude poner en peligro la vida de una madre y un hijo sólo por un poco de dinero. Pero la realidad está ahí, tanto si quiero afrontarla como si no. Sabater, en su libro “Ética para Amador”, dice que la mayoría de las veces no podemos elegir las experiencias que vivimos, pero sí la actitud con que afrontarlas. Me viene a la cabeza aquella conversación con aquel taxista en Barcelona: “Todos sentimos miedo, lo que nos diferencia, los que nos hace ser cobardes o valientes es como afrontamos el miedo”. Miro a Marisa, su forma de afrontar el miedo, su valentía. La admiro y respeto profundamente.

El cuatro de enero nos quedamos ingresados en el hospital, comienzan a administrar oxitocina a Marisa. Doce horas al día conectada a esa vía, Marisa se alegra si los dolores de las contracciones son más fuertes, pues cree que eso es una buena señal. Tres días pasamos en ese plan y durante todo ese tiempo no oí salir una solo queja de su boca, ni una sola lágrima brotar de sus ojos, ni un solo lamento. Sin embargo, el tratamiento no funciona, Marisa no dilata y la única opción es realizar una cesárea, ahora que el niño todavía está fuerte. Marisa me mira y me regala una de sus sonrisas, de esas que me hicieron enloquecer aquella noche de invierno. Me coge la mano y me dice que todo va a salir bien. Es su fuerza la que me arrastra y no al contrario. Me siento tan inútil.


Durante esos días nos vinieron a ver nuestro recién encontrados amigos, recibimos multitud de llamadas de España. Con su ayuda intentamos engañar a nuestra soledad, cantándole una canción de cuna….. Gracias a todos. También esto sirvió, una vez más, para separar a los que son de los que están. El tiempo, compadre y verdugo, nos pondrá a todos en el lugar merecido. Sin duda.

La mañana venció a la noche. Empiezan a preparar a Marisa para la operación, sigo debatiéndome en un océano de dudas, aunque sé que es tan tarde como inútil. Marisa parece estar tranquila, sé que la procesión va por dentro. Eso, precisamente, da mucho más valor a su coraje. Y por fin llegó el momento, los doctores me dan unos segundos para despedirnos, ni siquiera recuerdo lo que la dije, solo puedo ver su eterna sonrisa.

Me quedé solo en esa habitación, con una silla en medio. Recuerdo un olor húmedo, sentía más que nunca el frio en la piel, la lengua entumecida, el sonido de puertas que se abrían y cerraban. Me quede inmóvil, no sé cuánto tiempo, mirando aquella silla vacía. Ahí estaba mi magdalena.

Al fin una enfermera entra y me da la ropa que debo llevar en el quirófano. Le pregunto si todo va bien y en la lejanía es la voz de Marisa quien responde “ tranquilo cariño, todo va bien”. Al entrar agarro fuertemente su mano y a los pocos segundos veo asomar la cabeza de Diego, ahoga nuestra angustia con el más dulce de los llantos. El resto…….. El resto es un lienzo en blanco en el que aprender a pintar.

Mario Jiménez.


jueves, 14 de enero de 2010

El parto

El pasado 4 de enero ingresé en el hospital a las 9 de la mañana, ese dia nacería Diego, iban a inducir el parto porque el niño no crecía a buen ritmo, yo tenía la placenta envejecida y el bebé nacería con poco mas de 2`5kg y 37 semanitas...
Total que allí nos fuimos Mario y yo, con mi maletita, la bolsa del bebé y mas miedo que vergüenza. El Asian Hospital es lo que se conoce aquí como "turismo de salud", es decir, tiene mas la apariencia de un hotel que de otra cosa, con su piano de cola en el lobby y sus menús y spa.
LA ODISEA;
Vamos a "Génesis", el área de maternidad. Me tumban en un box...y la primera en la frente. NO SON CAPACES DE PONERME LA VIA. Esto da confianza, eh? allí la enfermera moviendo la aguja dentro de mi, a Mario se le salían los ojos, "no mires cariño, no mires". Para mirar estaba yo. La enfermera se va, trae a otra que finalmente y tras dejar constancia en el suelo y en las sábanas de que no soy de sangre real consigue ponerme la via.
Nos cogemos un librito cada uno y nos disponemos a esperar. Cada uno pasa los nervios a su manera, yo leyendo a Terenci Moix y Mario... resolviendo problemas matemáticos. No se qué de que si Ana se come unas magdalenas y luego le da la mitad a Manuel... si soy yo y las magdalenas son La Bella Easo no hay problema porque no le voy a dar ninguna a Manuel y antes de despejar la X me la he comido.
Total que la oxitocina empieza a hacer efecto, poquito a poco voy notando contracciones suavitas, ahora un poquito mas fuertes, tengo la barriga llena de cables con los que monitorizan la intensidad de las contracciones y el corazón del bebé, le comento a Mario que las noto muy seguidas, que la cosa va rápido... bien, bien.
De repente vienen las enfermeras y me examinan. "hay que pararlas, hay que pararlas". resulta que tenía contracciones cada 2-3min pero no dilataba y el corazón del bebé no respondía bien. Bueeeno, pues se espera un poco... Mario seguía repartiendo magdalenas y yo tenía a Cleopatra surcando el Nilo con velas de luto tras el abandono de Marco Antonio...
Me dejan tomar un poco de gelatina (¡puagh!)y pasan las horas... mas oxitocina... mas contracciones... esta vez el bebé no reacciona mal... pero sigo sin dilatar. Llegan mensajes de ánimo desde España (tengo que dar las gracias a mis hermanos, mi madre, Mayte, Lourdes, Lupe, Esmi... ¡muchas gracias a todos!) y a las 10 de la noche paramos para que me reponga, es evidente que ese dia ya no va a nacer, sigo sin dilatar. Subimos a la habitación para descansar de todo un dia de dolores y nervios. STRIKE UNO.
A las 3 de la mañana del dia 5 me despierto... ¿esto que es? huy, lo mismo que con la oxitocina... ¡CONTRACCIONES!¡PERO SI NO ESTOY ENCHUFADA AL GOTERO!huy huy huy...tranquila, relájate, otras veces las has tenido y se han pasado al rato... bueno, aquí viene otra... a las 4 despierto a Mario, hay que llamar a las enfermeras... CREO QUE ESTOY DE PARTOOOO!


Nos bajan otra vez a Genesis, me examinan.Me meten en una de las salas de parto porque está todo lleno. Que bien así después ya no me tienen que cambiar, veo la cunita donde mi bebé estará dentro de unas horas...ainsss que nervios... Un poquito mas dilatada. Me monitorizan. Empiezan a bajar las contracciones... ¡noooooooo! pero ya aprovechan y me enchufan la oxitocina(por cierto hacen venir a UN ANESTESISTA para ponerme la via). Ahi vamos otra vez... una, otra... ufff duelen un poquito mas que ayer... ya no son "mild", son "moderate", eso es bueno, con las horas que llevamos ya estoy agotada...(ilusa). Cuando me dejan levantarme (para dilatar mejor) voy viendo como una tras otra, todas abandonan la planta de Génesis con su bebé en brazos...
Me examinan a mediodia... ¡UN CENTÍMETRO!porca miseria...buenostá, dicen que el primero es el mas largo.Pasan las horas, nos miramos ojerosos... ¡Diego hoy tampoco vendrá!¡yo no quiero que nazca el dia de Reyes!¡pobrecito! se va a quedar con sólo un dia especial en todo el año...en fin, me dice la gine que puedo cenar lo que quiera, que necesito fuerzas para mañana.Subimos para la habitación (creo que soy la primera embarazada que entra en la sala de partos y sale 14h después con el bebé todavía dentro) y Mario me trae una mega-hamburguesa del McDonalds. Me la he ganado.Estoy agotada, dolorida y muy, muy asustada. Llevo 2 dias de parto. STRIKE DOS.
Durante la noche no nos dejan descansar mucho, tengo unas decimillas y la tensión bajita (tu verás) así que cuando vienen a las 7 de la mañana a por mi me cuesta contener las ganas de llorar...alguna lagrimilla se escapa y Mario me pilla. Aguanta, aguantaaaaaaaa!.
En Génesis ya conocemos a todas las enfermeras, por suerte hoy no están atendiendo a nadie, sólo estoy yo en la sala. Pregunto a la enfermera "¿cuántos partos tuvisteis ayer?" me responde que siete. "¿Y cuantos esperais hoy?" y con esa franqueza filipina que les caracteriza me responde "ninguno". Se libró porque estaba enganchada a todas las máquinas posibles y sin fuerzas ya, pero la mirada de la cobra asesina sí que se la eché. Algo es algo. Pues hala, contracciones moderadas cada 2-3 min y no he dilatado nada mas. Empezamos a ponernos muy (más) nerviosos... pasan las horas... es el último dia que se puede inducir el parto, después estará el útero muy castigado, y la madre y el bebé no estaránen las mejores condiciones para aguantar un parto natural. Vienen amigos a vernos, se agradece, pero ya nada nos tranquiliza. Se nos acaban las horas. Queremos una eco, una segunda opinión. Hacemos la eco, la otra ginecóloga dice lo mismo, no ha crecido, la placenta está muy vieja, hay que provocar el parto antes de que surjan problemas mas graves. Veo a mi niño encogido en la eco, los pies en una postura antinatural, me da mucha pena, y me anima a tomar la decisión de sacarlo, Mario quiere que nos volvamos a casa y esperemos a un parto natural, yo le entiendo pero no me voy de aqui sin mi hijo, y no me arriesgo a que de pronto no le pase ya nada de comida y no lleguemos a tiempo. Discutimos. Nos abrazamos. Nos desesperamos. Suelto alguna lagrimilla, disimulando para que no se note.
Ya no se puede seguir con la oxitocina. A las 6 de la tarde paramos, necesito descansar... porque mañana toca cesárea. La doctora me permite cenar lo que quiera, Mario me prepara un banquete de comida japonesa y pastel de chocolate. Tengo miedo. No quería que Diego naciese en reyes pero lo de la cesárea... son palabras mayores, ni siquiera  me había planteado esa opción, siempre imaginé que sería un parto natural. STRIKE TRES. Eliminada. Mañana a las 5 nos preparan para quirófano.
LA EPIFANÍA
Esa noche no puedo dormir... para variar. ¿Estaremos haciendo lo correcto? ¿aguantaría mas el bebé ahí dentro? Estamos en la semana 37 de embarazo...
A las 4´30 me meto en la cama supletoria con Mario, tengo miedo, mucho miedo y necesito un abrazo. Así nos pilla la enfermera. No nos importa.
Me vuelven a tomar tensión temperatura etc.
Tardan. Tardan más. Las 5´30. Las 6´00. Otra media hora. Nos desesperamos. Como sigan tardando va a ser parto natural. A las siete y pico se presentan, me tumban en una camilla... y a partir de entonces todo cambia el ritmo, apenas me da tiempo a reaccionar, en seguida me separan de Mario, los dos con lágrimas en los ojos, pero no me puede ver así, consigo sonreir, de hecho entro sonriendo a quirófano. En cuanto cierran las puertas les explico que lo hice por mi marido, que no se engañen que estoy muerta de miedo y sólo quiero llorar, y me pongo a temblar como una hoja, incontrolable. Me traen una manta, dos, tres, me cubren hasta la cabeza, sigo temblando, el anestesista se coloca detrás de mi y me empieza a hablar, poniéndome las manos en la cabeza. Es como un sedante, en seguida me tranquilizo.
Me piden que me ponga en postura fetal y me empiezan a pinchar en la espalda (nunca he llegado a entender lo de pincharme anestesia para poder pincharme la anestesia) tienen que hacer varios intentos porque me sigue doliendo, hasta que finalmente consiguen dormirme de pecho para abajo. Los brazos también los noto entumecidos. Noto que me enredan por ahí abajo, pregunto que si van a empezar ya y me dice el anestesista que ya han empezado, en ese momento todo pasa muy rápido, aparece Mario con cara de susto, le sonrío, le intento tranquilizar, estoy bien, no te preocupes, todo va bien... En ese momento se le desencaja la cara, está mirando por ahí abajo, y LO OIGO, UN LLANTO, FUERTE, INCREÍBLEMENTE FUERTE, LLENO DE VIDA. ES DIEGO.
En ese instante no hay quien me pare, un torrente de lágrimas, un no parar. Son lágrimas de alivio, de emoción, de felicidad... las mas dulces que he derramado en toda mi vida. Me lo ponen encima, respiro hondo... aquí está, por fin... mi bebé...
No soy consciente de que hay una cámara hasta que alguien me dice "mira aquí". Me da igual. Me da todo igual. Menos el trocito de vida que me acaban de colocar en el pecho.
Se lo llevan, "tranquila, está sanísimo y es perfecto, ha pesado 2.788g".
Aquí viene una parte curiosa, que recuerdo con un poquito de aprensión, y en ese momento se libraron todos los que estaban allí incluyendo a Mario porque el ver a mi hijo me había dejado casi casi a la altura del Dalai Lama.


Oigo a Mario, hablando con la ginecóloga, el cirujano, el personal. Hablan. Por ahí abajo. Como si yo ya sacado el premio no existiera. "Mira Mario" está diciendo la ginecóloga. "Por eso le duele a Marisa el ovario izquierdo siempre, mira, este es el ovario derecho, pues verás, ahora te saco el izquierdo, ¿puedes hacer fotos" mira, este mide un dedo y este dos, Dios la ha bendecido porque un ovario tan grande produce muchos óvulos, a ver, otra foto aquí, mira esto es..." en ese momento desconecté, no quería escuchar, no me importaba. La "Marisa prenatal" la habría armado gorda, aún con las tripas por fuera.
Normalmente justo después de sacar al bebé duermen a la madre, pero yo he pedido que no me durmieran, quería ser consciente de estos momentos y recordarlos siempre. Ahora me arrepiento un poco, escuchando esto...
Me llevan a la sala de reanimación, no me dejan hablar para que no coja gases, Mario está a mi lado. Mi corazón está a menos de 50 pulsaciones por segundo, y eso no es bueno. Me dicen que me van a hacer una transfusión y me niego. Mario vigila el monitor, cada vez que baja de 50 me espabila, "venga, respira, mas rápido, respira". Le explico como puedo que tengo mucho sueño pero que cuando me estoy relajando y durmiendo es como si se me olvidase respirar y es cuando me bajan las pulsaciones. Pero pasan las horas y él tiene que bajar a comer algo,a mi me da mucho miedo...¿y si me quedo dormida y las enfermeras no se dan cuenta del monitor?¿ahora que he conseguido pasar por todo esto me voy a morir? intento mantenerme despierta, no me fío, no me fío, venga, respira, otra vez, otra...
De repente lo veo, MI NIÑO, me lo han limpiado y me lo traen para intentar que coja el pecho, y como en una película americana de sobremesa en Antena 3 mis pulsaciones empiezan a subir, se disparan, mi hijo literalmente me acaba de "arreglar el corazón"...
Nos mandan a la habitación, los hospitales de aquí y sus normas son "curiosas", pero eso pertenece a otro post.

miércoles, 13 de enero de 2010

Para Diego.


Nuevamente la hoja en blanco. Esta vez se me hace más difícil que nunca encontrar las palabras, quizás simplemente no existen. Quizás simplemente no se puede describir lo que siento.


El 7 de enero a las 7.48 de la mañana un rayo de luz, puro y frágil, rompió la fría oscuridad de mi noche. Diego Mario Jiménez García asomaba su presencia, tantas veces soñada, luchando en un mar rojo de gritos y sollozos. Perseo rompió las cadenas, Morfeo engañó al propio Hades y Diego, de un suspiro, desterró todos mis miedos. Por fin, este aprendiz de todo y maestro de nada que es su padre había hecho algo en la vida que realmente merecía la pena.

Hay días que no consigo encontrar la delgada línea en un horizonte ebrio de estratos. En esos días, vivir es una suma de minutos y el todo no mejora las partes. No hay consuelo cuando solo quedan peros, puntos y comas en años bisiestos. Esos días volverán, lo sé, son tan parte de mí como yo de ellos. Pero ahora me agarraré como un clavo ardiendo a la fugaz mirada de mi Príncipe de Marfil. Al leve repicar de su risa. A él, sólo a él.

Mil y una historias inventaré para que él, de un plumazo, las rehaga. Le construiré un mundo nuevo, donde hadas , ninfas y duendes velarán su sosiego. Poco, muy poco podré enseñarle, un par de malos consejos y alguna triste balada. Poco, muy poco, pero en la noche oscura mi voz será su aliento. Cien veces caerá al suelo, pues es de vida, que mi mano ciento una le dará consuelo.

Sólo a ti te espero, a ti sólo te quiero. Te pido perdón Bello Ángel, pues yo sólo soy un hombre y tú, tú mi reino entero.



Mario Jiménez