El rincón de Diego

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domingo, 11 de octubre de 2009

¿Sentirán nostalgia las ninfas del cielo en los días de niebla?


El pasado es al único lugar al que nos está prohibido volver, un lejano país al que solo con las postales del recuerdo podemos rememorar. Decía Quevedo que cuando aseguramos que todo tiempo pasado fue mejor, condenamos el futuro sin conocerlo. Seguro que mi viejo amigo tiene razón. Aun así, no consigo acallar la nostalgia .Aún así, los ecos de lo vivido me vidrian la mirada. Qué fue de aquel niño que perseguía los copos de nieve en la mañanas de invierno?
Diez meses lejos de lo que considero hogar dejan muchos momentos para el recuerdo. Todo ha cambiado tanto en los últimos años que es inevitable mirar las huellas en el camino andado. Será el haber rebasado mi trigésimo cuarto cumpleaños, o el hecho de dejar de ser hijo para ser padre. Será por eso, seguro, será por eso. El caso es que veo necesario examinar de dónde vienes, como has llegado hasta dónde estás para realmente conocerte a ti mismo. Quizás este sea el viaje más importante que estoy realizando.
El hombre es el único animal que tiene consciencia de sí mismo. Que entiende los conceptos de pasado y futuro y por tanto puede extrapolarlos comparando lo que fue con lo que es y lo que espera que va a ser.
Un dicho, mil veces repetido, asegura que cada uno es él y sus circunstancias. Por lo tanto, no es de locos pensar que hay multiples “yos” según el momento que nos toca vivir, aunque con una esencia común. Pero, ¿ realmente nos toca o es algo que buscamos? ¿Algo que vamos eligiendo en función de nuestras decisiones?. Es como un camino en la montaña. Cada vez que llegamos a una bifurcación debemos elegir A o B. Cada uno de esos caminos nos llevará a otra bifurcación donde nuevamente deberemos elegir. El problema es que nunca, o casi nunca, hay posibilidad de desandar lo caminado para tomar la otra opción. Por lo tanto, basta con equivocarse una vez en una de estas decisiones para llegar a un destino final completamente erróneo. Pero puesto que hemos dicho que no hay un solo “yo” si no múltiples en función de las circunstancias, las decisiones tomadas en un momento pasado de la vida pueden no ser las mejores o incluso las más inconvenientes en un futuro en el que todo ha cambiado.
Pero ¿qué es equivocarse? Intuyo que rara vez realmente sabemos si nos hemos equivocado o acertado en nuestras decisiones salvo en casos extremos y obvios. Aunque la obviedad también es subjetiva. Sin embargo, casi siempre creemos saber si nos hemos equivocado o por el contrario tomamos la bifurcación idónea.
Ciertamente no podemos comparar lo que nos ha sucedido con lo que nos hubiera sucedido. Pues lo que podría haber sido entra dentro del mundo de los sueños. Cuando era muy pequeño, unos seis o siete años, procuraba no recrearme soñando en aquellas cosas que quería me sucedieran. El razonamiento, aunque quizás sea infantil, me ha venido nuevamente a la memoria. Siempre soñamos lo mejor, la más increíble de las realidades posibles. Claro, para eso es nuestro sueño. Pero, puesto que no somos adivinos, difícilmente lo que ocurra, por bueno que sea, será exactamente igual a lo que hemos imaginado. Y puesto que hemos soñado con la mejor de las posibilidades, ocurra lo que ocurra, siempre nos defraudará en mayor o menor medida. Yo pensaba que soñar demasiado era como “quitarle” opciones al destino para sorprendernos.
Supongo que era una forma de protegerme. Creo que no lo conseguí, pues si hay algo que me defina es el de ser “el eterno insatisfecho”. Esto me ha aportado ventajas, me ha ayudado a conseguir muchos de mis objetivos. En contraposición, raramente he encontrado un momento de paz verdadero.
Por otro lado, cada comparación que hacemos con lo que pasó o lo que pudo haber pasado lo hacemos en función de nuestros recuerdos y experiencias. Pero la memoria es traicionera. Decía Harold Pinter que el pasado es lo que recuerdas, lo que imaginas recordar, lo que te convences en recordar, o lo que pretendes recordar. Basado en esto, parece que la memoria no es una justa balanza.
Ya lo sé, nada perdura excepto el cambio. Nunca te bañaras dos veces en el mismo río. Aún así, sigue preocupándome el hecho de que como decisiones pasadas tomadas por uno de nuestros “múltiples yos” afecta a nuestro futuro. O como decisiones que tome ahora, movido por las circunstancias que me rodean, afectaran y marcaran no solo mi futuro, si no de los que están a mi lado. En especial de mi hijo.
Como ya he dicho, la memoria se me antoja como una arma de doble filo para corroborar si nuestras decisiones fueron acertadas o no. Pero entonces ¿con qué herramienta contamos para acreditar nuestras propias experiencias? El propio Descartes, en su Discurso del Método, se planteaba dudar de todo, o mejor dicho, prescindir de todo. Sin embargo, necesitaba un punto de apoyo donde validar su Método. Encontró en el sentido común ese apoyo. Descartes decía que puesto que todo el mundo creía tener Sentido común este debía ser un bien prolifero que, en mayor o menor, medida se encontraba en todos los individuos. Sinceramente, siempre creí esta parte la más discutible. No obstante, sí que creo que todo ser humano cuenta con la capacidad para discernir lo que está bien de lo que está mal y de ahí puede concluir lo que conviene o lo que no. Quizás era esto a lo que Descartes ser refería.
A pesar de esto, no son pocas la veces en las que llegado a una bifurcación del camino tomamos un sendero aunque todo indique que es el equivocado. Es aquí cuando falla el sentido común. Vivimos en un mundo hedonista donde prima el beneficio rápido. Confundimos la felicidad con la diversión y a esta última con el placer inmediato, sea del tipo que sea. Por lo tanto, tenderemos a elegir aquellas decisiones que nos den esa sensación pasajera de felicidad condicionada, eso sí, por las circunstancias del momento que, desde luego van a cambiar en un futuro cercano. Una vez pasado ese fugaz momento, la falsa sensación de felicidad desparece. Es entonces cuando nos damos cuenta del erróneo de nuestra decisión. Como decía antes, rara vez se puede desandar el camino. Pero además no suele haber propósito de enmienda, encontramos en esa “traicionera memoria” de la que antes hablaba la compañera ideal para buscar escusas y explicaciones a nuestra forma de actuar.


Mario Jimenez

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