El rincón de Diego

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domingo, 17 de enero de 2010

En busca del tiempo perdido. Mi historia del parto




Si a Proust aquella famosa magdalena le evocaba recuerdos de su infancia, en mi vida ha habido cuatro o cinco momentos, no más, que resumirían mi historia. Treinta y cuatro años recogidos en cinco segundos, no deja de ser irónico.


Es difícil describir todos los sentimientos que luchaban por encontrar su lugar en mi interior. La angustia de no saber exactamente qué estaba pasando, el miedo a lo peor, la falta de confianza a unos médicos que nunca supieron ganársela, la soledad de aquella sala, la ilusión de una nueva esperanza, la alegría al mirar unos ojos entreabiertos, la tranquilidad al velar sus sueños……..

Diego ya no era capaz de ganar más peso. Problemas en la placenta, o una extraña bacteria o…. qué más da. En una habitación contigua a la sala donde nos hacían las ecografías, tuvimos que decidir si adelantar el parto. El niño parecía estar sufriendo, su ritmo cardiaco no respondía como se esperaba. Angustia y más angustia. Dudas.

El saber que es costumbre habitual en Asia incentivar las cesáreas por motivos económicos - un parto por cesárea cuesta el doble que uno natural- no ayuda a la decisión. En está ocasión la intervención quirúrgica parecía justificada, ¿o no? Sigo sin querer entender cómo se pude poner en peligro la vida de una madre y un hijo sólo por un poco de dinero. Pero la realidad está ahí, tanto si quiero afrontarla como si no. Sabater, en su libro “Ética para Amador”, dice que la mayoría de las veces no podemos elegir las experiencias que vivimos, pero sí la actitud con que afrontarlas. Me viene a la cabeza aquella conversación con aquel taxista en Barcelona: “Todos sentimos miedo, lo que nos diferencia, los que nos hace ser cobardes o valientes es como afrontamos el miedo”. Miro a Marisa, su forma de afrontar el miedo, su valentía. La admiro y respeto profundamente.

El cuatro de enero nos quedamos ingresados en el hospital, comienzan a administrar oxitocina a Marisa. Doce horas al día conectada a esa vía, Marisa se alegra si los dolores de las contracciones son más fuertes, pues cree que eso es una buena señal. Tres días pasamos en ese plan y durante todo ese tiempo no oí salir una solo queja de su boca, ni una sola lágrima brotar de sus ojos, ni un solo lamento. Sin embargo, el tratamiento no funciona, Marisa no dilata y la única opción es realizar una cesárea, ahora que el niño todavía está fuerte. Marisa me mira y me regala una de sus sonrisas, de esas que me hicieron enloquecer aquella noche de invierno. Me coge la mano y me dice que todo va a salir bien. Es su fuerza la que me arrastra y no al contrario. Me siento tan inútil.


Durante esos días nos vinieron a ver nuestro recién encontrados amigos, recibimos multitud de llamadas de España. Con su ayuda intentamos engañar a nuestra soledad, cantándole una canción de cuna….. Gracias a todos. También esto sirvió, una vez más, para separar a los que son de los que están. El tiempo, compadre y verdugo, nos pondrá a todos en el lugar merecido. Sin duda.

La mañana venció a la noche. Empiezan a preparar a Marisa para la operación, sigo debatiéndome en un océano de dudas, aunque sé que es tan tarde como inútil. Marisa parece estar tranquila, sé que la procesión va por dentro. Eso, precisamente, da mucho más valor a su coraje. Y por fin llegó el momento, los doctores me dan unos segundos para despedirnos, ni siquiera recuerdo lo que la dije, solo puedo ver su eterna sonrisa.

Me quedé solo en esa habitación, con una silla en medio. Recuerdo un olor húmedo, sentía más que nunca el frio en la piel, la lengua entumecida, el sonido de puertas que se abrían y cerraban. Me quede inmóvil, no sé cuánto tiempo, mirando aquella silla vacía. Ahí estaba mi magdalena.

Al fin una enfermera entra y me da la ropa que debo llevar en el quirófano. Le pregunto si todo va bien y en la lejanía es la voz de Marisa quien responde “ tranquilo cariño, todo va bien”. Al entrar agarro fuertemente su mano y a los pocos segundos veo asomar la cabeza de Diego, ahoga nuestra angustia con el más dulce de los llantos. El resto…….. El resto es un lienzo en blanco en el que aprender a pintar.

Mario Jiménez.


5 comentarios:

  1. eyyy, se parece a los dos :-), no podría precisar, pero desde mi punto de vista poco experto, tiene un aire a Mario

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  2. Amigo!! todo el mundo dice lo mismo. Yo no consigo verle paracido.....

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  3. Hola! Yo también pienso que se parece a Mario, desde la primera foto me lo pareció... pero bueno, en esto las que más entienden son las abuelas... jeje.
    Llevo para escribiros un montón de días pero es que he tenido mucho trabajo, hasta los fines de semana he tenido que ir a trabajar, ahora encuentro un hueco... veo que estáis bien que es lo importante y Diego también y me imagino que creciendo... Un beso muy gordo a los tres desde Holanda! Qué envidia me dais con el calorcito que debe de hacer ahí :-)

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  4. Marta, que tal las cosas por el pais de los tulipanes. Veo que muy liada también.Tienes razón con lo del calor, aqui siempre es verano...

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  5. Hola! Como estais? Espero que bien,... Marisa ya recuperada del todo?? Yo por aquí va por días, he leído tu post sobre la nostalgia y no sabes cómo me identifico... ayer estuve cenando con una española y comentando lo raros que son los tulipanes, nos partíamos de risa pero también se nos llenan los ojos de lágrimas... esta gente se creen que tienen vida, pero esto no es vivir, es sobrevivir simplemente! Cada día sueño más con España, empieza a ser obsesión! Aquí son como el clima, fríos como el hielo y me quedo corta...
    Un abrazo desde la gélida Holanda
    Ah, y en España no se olvidan de vosotros, eso seguro, yo tampoco!!!

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