El rincón de Diego

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martes, 24 de noviembre de 2009

Comprando en Green Hills. Cosa de Piratas.




Sí, ya lo sé, comprar imitaciones está muy mal. Un verdadero pecado capital. La piratería hay que perseguirla ¡al abordaje! Que conste que yo, jamás de los jamases, he comprado estos productos diabólicos y nunca me he descargado música. Esto lo digo por si alguien de la SGAE me leyera. Como esta gente tiene el don de la ubicuidad seguro que puede pasar, lo cual tampoco estaría tan mal. Al menos tendría la certeza de que alguien me lee. Qué coñ*! Reivindico el derecho de Ramoncín a seguir viviendo del cuento. Además, este hombre y yo tenemos algo en común: nadie lee lo que yo escribo en este blog y ni Dios escucha sus discos.
Pero ya me estoy enrollando. Es curioso como siempre tengo pensado escribir sobre algún tema y acabo hablando de otro distinto. Por cierto! Pido perdón por el post de ayer. Según Marisa fue demasiado “técnico”. Es decir, que fue un coñazo. Ya me he perdido otra vez!
El caso es que las cosas de la piratería son distintas en Filipinas. Aquí perseguirse lo que se dice perseguirse…. Más bien construyen centros comerciales que parecen parques temáticos del mundo de las imitaciones. “This is not a fake sir, this is a replica sir!. Ah bueno, en ese caso….. Mención especial merece el centro comercial “Green Hills”. Miles de metros cuadrados dedicados a las “réplicas”. Está muy bien organizado eso sí, tenemos sección de bolsos, relojería, Zapatería, teléfonos móviles, perfumería, material deportivo ( tengo echado el ojo a unas Nike Jordan para mi cuñado impresionantes). Sin embargo lo que más me llama la atención es el tema del textil. Muchas marcas tienen sus fábricas en Filipinas o alrededores. Los productos de estas marcas no son anunciados como réplicas si no como “ overruns” ( excedentes). No sé si serán “excedentes” o imitaciones, lo que sí que puedo asegurar es que la calidad y la apariencia son totalmente idénticas a los originales.
Como es de imaginar en este tipo de sitios, el regateo toma otra dimensión. Y como también es de suponer, si eres extranjero el precio se multiplica varias veces. Esto nos ha llevado a tener curiosas conversaciones:
- Cuánto cuesta esta imitación de teléfono Vertu?
- No es un a imitación es un réplica sir…..
- Que sí venga, que vale, que cuenta cuesta la “réplica”
- 30.000 Pesos, sir
- 30.000? Pero si dos puesto más abajo me han pedido 10.000 ( mentira cochina)
- Ah , entonces cuesta 10.000, sir
- Pero si me acabas de pedir el triple
- Ya, pero eso era antes, sir
- Ah… ahora me pides menos porque nos hemos hecho amigos, verdad?
- Eso es, sir.
Otro ejemplo:
- Cuánto cuesta esta imitación de vestido Pucci?
- Es una réplica , sir
- Que síiiiiiii
- 3500 peso, sir
- Pero si tu compañero me acaba de pedir 3000! ( esta vez es verdad, los dos trabajan en la misma tienda y están uno al lado del otro escuchando la conversación)
- Es verdad, sir
- Pero, entonces debería cómpraselo a tu compañero….
- Sí, eso es lo que debería hacer, sir.
Claro, que no todo lo que se vende es tan bonito. Llama la atención unos monederos hechos con piel de sapo. Como dice Marisa, ahorras solo por no sacar el monedero. En fin…….



Mario Jimenez



lunes, 23 de noviembre de 2009

Campeonatos de Karate


Ya casi hace un año desde que decidí volver a esto del Karate. Parece que fue ayer cuando cenando en casa de mi amigo Fran se me “ocurrió” la idea de volver a entrenar y retomar lo que deje, por culpa de una mala lesión en la rodilla, hace ya muchos años. Cuando lo dije, Marisa me miro resignada y entonó su clásico “ya veremos”. Ella ya me conoce bien y sabe que cuando algo de verdad se me mete en la cabeza no hay marcha atrás. Haré todo lo humano e inhumano para conseguirlo. Da lo mismo que me digan que no debería hacerlo o que es imposible de conseguir. Da exactamente igual.
Quizás esta sea la mejor de mis (escasas) virtudes y desde luego la mayor de mis maldiciones. Como ya dije en otro post, soy el eterno insatisfecho y nunca he conseguido estar en paz conmigo mismo. Pero hasta en eso el Karate me está ayudando.
Siempre fui muy crítico con la necesidad de competir en Karate. Incluso he sido un detractor. El karate es un arte marcial y así me gustaría que se quedara. Si se vuelca demasiado en la faceta deportiva pierde parte de su esencia. Se dejan de practicar un determinado tipo de técnicas que, por su peligrosidad, no pueden ser utilizadas en un ámbito deportivo, para priorizar aquellas más efectivas a la hora de conseguir “puntos” en una competición. La principal técnica usada en combate deportivo es GYAKO-TSUKI (Puñetazo con el puño de la pierna atrasada).Sin embargo, no se practican, por su alto riesgo, golpes con las rodillas, codos, proyecciones, etc. Estas técnicas existen en karate, se aplican en las Katas, pero no se entrenan en Kumite. Esto, desde mi punto de vista, debilita el arte en caso de tener que ser usada en una situación real extrema.
Por su puesto no niego las ventajas de la competición, ayudan a mejorar conceptos como el control de la distancia o el “timing¨, en el caso de Kumite. En el caso de Kata, fomenta su estudio detallado, ayuda a la “homogenización” de la misma y en consecuencia a su perdurabilidad. Por lo tanto, no estoy en contra del Karate deportivo pero sí de que este llegue a arrinconar a un Karate más tradicional. Un Karate donde se busca ese único golpe que acabe con la pelea. Pero sobre todo, un Karate donde se fomenta la parte más ancestral, una filosofía que ha sido trasmitida del Maestro al alumno de generación en generación. Un arte que nos enseña un camino (DO) por el que andar. Aunque suene a broma (a mi no me lo parece) voy a transcribir una parábola bastante famosa sobre Karate y el camino que nos enseña.

Un karateka preguntaba a su Sensei: ¿Cuál es la diferencia entre un hombre del Do y un hombre insignificante?
El Sensei respondió: "Cuando el hombre insignificante recibe el primer Dan, corre rápidamente a su casa gritando a todos el hecho. Después de recibir su segundo Dan, escala el techo de su casa, y lo grita a todos. Al obtener el tercer Dan, recorrerá la ciudad contándoselo a cuantas personas encuentre."
El Sensei continuó: "Un hombre del Do que recibe su primer Dan, inclinará su cabeza en señal de gratitud; después de recibir su segundo Dan, inclinará su cabeza y sus hombros; y al llegar al tercer Dan, se inclinará hasta la cintura, y en la calle, caminará junto a la pared, para pasar desapercibido. Cuanto más grande sea la experiencia, habilidad y potencia, mayor será también su prudencia y humildad".

Desde mi llegada a Filipinas he participado en dos campeonatos. El último este pasado domingo. En ninguno de los dos he conseguido medalla. En el primero participe en Kata con Heian Godan y Heian Yondan. Para el segundo preparé Tekki Shodan como primera Kata y Heian Godan en caso de empate. Sin embargo, al llegar a la competición me aconsejaran no salir con Tekki, así que finalmente opté por Heian Godan otra vez.
A mí personalmente me gusta mucho Tekki, aunque es mucho más difícil de lo que parece. Obliga a mantener Kiba Dachi durante toda la realización. En las transiciones hay que mantener el mismo nivel, no subiendo y bajando. Esto supone un gran esfuerzo para las piernas. En competición, cualquier pequeño error en esta kata es fuertemente penalizado. Además, no es un kata muy espectacular, pues solo tiene desplazamientos laterales y ningún movimiento realmente llamativo.
Aunque en ninguno de los dos torneos he ganado se ha producido un cambio del primero al segundo. En el primero acabé muy enfadado por no haber obtenido medalla. En el segundo, aunque el resultado fue el mismo, acabe mucho más contento. Sé que estoy mejorando, de hecho pienso que quizá merecí un mejor resultado en este último. Pero lo más importante es que esta vez realmente me lo pase bien. Ya conocía mucha gente y tuve la oportunidad de conocer más. Por supuesto, si hubiera conseguido una medalla habría estado mejor. Pero no mucho mejor.
Osss.

Mario Jimenez

domingo, 22 de noviembre de 2009

Viaje a Japón II. Primer día en Osaka y el Tren bala


Al día siguiente nos levantamos temprano. La excitación por todo lo que teníamos que ver pudo al cansancio y al sueño. A eso de las 7 de la mañana ya estábamos preparándonos para dejar el hotel. No sabíamos muy bien cómo llegar hasta Nara, así que nos pusimos nuestra ropa más cómoda, cogimos las cámaras de fotos y por supuesto uno de los innumerables mapas que coleccionaríamos a lo largo de los siguientes días.
Era lunes, por lo tanto pudimos disfrutar de esa rara sensación de ver como la gente va cabreada a trabajar mientras tú paseas una sonrisa de oreja a oreja típica de los momentos de asueto. Lo más sorprendente fue ver cómo se comportan los japoneses. Parecen programados. Andan deprisa, ordenadamente, rápido muy rápido. No hay el ruido típico de otras ciudades, los coches no tocan la bocina cada tres segundos, la gente no grita por la calle. Como Madrid, pero al revés.

A plena luz del día se hace aun más palpable la limpieza de la ciudad. No hay papeles, lo curioso es que apenas hay papeleras tampoco. En el suelo hay una especie de baldosines amarillos con unos puntos que sobresalen. Al llegar a los cruces los puntos son sustituidos por unas líneas. Estos baldosines también se encuentran dentro del metro. Haciendo gala de mi ignorancia, yo me preguntaba para qué habrían puesto aquellos relieves que tanto me molestaban al arrastrar las maletas. Más adelante nos dimos cuenta de que esos baldosines servían de guía para los invidentes, que al pasar sus bastones por el suelo podían saber cuando había un cruce o un semáforo.


Las mujeres, sobre todo en Osaka, visten muy elegantes. Todas con grandes tacones. Me sorprendió el hecho de que los zapatos en las tiendas están organizados por los centímetros de los tacones más que por el número de pie. Otra cosa que me llamó muchísimo la atención es que la gran mayoría de las mujeres son patizambas. Y esto no es broma.
Desayunamos dentro del la estación del metro mientras buscábamos la entrada al JR ( Japanese Railway). En Manila habiamos comprado unos pases que nos permitía movernos por toda la línea JR (que viene a ser como la de cercanías en España) durante toda la semana. Los pases en cuestión no son nada baratos, unos 200 $ por persona, pero salen muy a cuenta si te vas a mover mucho de ciudad en ciudad. Como curiosidad mencionar que con ese pase puedes montar en todos los trenes menos en el llamado tren bala, el famoso tren de corte futurista con el “morro” alargado. Claro, que eso nosotros no lo sabíamos al principio. Así que cuando tuvimos que ir de Osaka a Tokio decidimos montarnos en el tren bala que era más chulo. Y puestos a colarnos nos sentamos en primera. Con un par. Nada más sentarnos se nos acercó una amable azafata para ofrecernos unas toallitas húmedas preludio de que nos iban a dar una opípara cena. La cosa pintaba pero que muy bien. A los pocos minutos llegó la misma amable señorita y nos pidió los billetes. Entonces Marisa con una sonrisa dibujada en el rostro le enseña nuestros flamantes pases de JR. En ese momento a la mujer se le desfigura la cara, empieza a cruzar sus brazos formando un aspa. Yo la hablo en inglés pero ella solo habla japonés. Al ver que no la entiendo, decide acercarme más los brazos a la cara hasta el punto de casi meterme un puño en la boca, como si el problema fuera que no viera bien los brazos. La escena recordaba a cuando en las películas de terror acercan un crucifijo a la cara del vampiro. Como ve que ni por esas, decide ir a galope tendido en busca de su jefe, un hombre mayor, bajito y con cara de pocos amigos. En un inglés pésimo nos dice que no podemos montar en ese tren, que nos vayamos a clase turista y que en la siguiente estación nos bajemos. A Dios gracias que nos hicieron saltar con el tren en marcha. Y ahí acabo nuestro viaje como polizones en el tren bala.
Volviendo al tema principal…. Llegamos a Nara y lo primero que hicimos fue ir a la oficina de turismo. Allí sorprendentemente nos ofrecieron, de forma gratuita, una guía que nos acompañaría a nosotros dos solos por los templos de Nara…… CONTINUARÁ

Mario Jimenez





miércoles, 11 de noviembre de 2009

Preparando la venida de Diego


Los meses han ido pasando y la fecha en la que esperamos que venga Diego está cada vez mas cerca. Ha sido un embarazo complicado por varias razones. Estamos muy lejos de casa y por tanto de todas las personas que nos gustaría tener a nuestro lado. Diego nos ha dado un par de sustos y hemos tenido que pasar más tiempo del deseado comprobando el grado de desarrollo de la medicina Filipina. Gracias a Dios, hemos encontrado algo de arropo dentro de la asociación de Expatriados que hay dentro de nuestra villa. En concreto Marisa pertenece a la de Mujeres Americanas, aunque la verdad es que hay gente de todas las nacionalidades. Allí hemos encontrado algunos amigos que siempre están dispuestos a ayudar.
Ahora Marisa, “supuestamente”, está haciendo reposo. La última ecografía, esta vez en 4D, muestra que todo va bien. El niño pesa unos 1200 gramos y debería llegar hasta los 3 Kg en las semanas que quedan. En teoría saldríamos de cuentas para mediados de Enero. Pero Diego ya ha dado amagos de querer venir antes en varias ocasiones. Parece estar deseoso de empezar a entrenar Karate.
Y como las hojas en el calendario van cayendo, es hora de comenzar con todos los preparativos. Ya hemos comprado mucha ropita y nos consta que desde España la familia también está haciendo buen acopio (aunque no nos quieren decir nada). Tenemos encargado el carrito, que finalmente será el “Bugaboo Cameleon”. La cuna, regalo de la madre de Marisa, esperamos tenerla en casa para principios de diciembre.
Marisa ya ha comenzado con el síndrome del nido, y su primera decisión fue pintar la futura habitación de Diego. La habitación era blanca, y un buen día Marisa me llama y me dice “voy a pintar la habitación en color huevo de avestruz”. Como suena. Yo le respondí que los huevos normalmente son blancos y que blanco era el color actual de la habitación.” Qué sabrás tú de esto” me inquirió ella. Y es verdad, sé menos de decoración que de poesía medieval otomana. Pero el caso es que yo sigo viendo la habitación igual que antes. Dicen que los esquimales distinguen más de 30 tonalidades de blanco y utilizan más de 40 palabras para definir el color de marras. Estoy seguro que una de esas palabras sirve para referirse al color “huevo de avestruz”. A riesgo de ser pesado, la mayoría de los huevos son blancos ¿no? Eso sí, hay un olor tal a pintura que si pasas más de tres minutos en la planta de arriba (donde dormimos) comienzas a ver duendes y dragones de colores. Pero Marisa está contenta, así que todos contentos. Yo el primero.
Lo que todavía no he contado es que la futura habitación de Diego es la actual habitación de la Play Station. Además de la consola y la TV de plasma guardo allí todos los comics y libros que me traje de España. Y ¿dónde van a ir a parar todas mis cosas? Al pasillo de la planta de arriba. Dice Marisa que el pasillo es muy grande y está desaprovechado. Y no le falta razón. Pero teniendo tres habitaciones más, despacho, salita y salón, que me destierren al pasillo……..Además, lo está haciendo con nocturnidad y alevosía. El otro día fui a echar mano de uno de mis libros y ya los había cambiado al armario del mencionado pasillo, donde se guardan las sabanas y las maletas. Lo extraño es que el resto de armarios están prácticamente vacios……
El caso es que, si Dios quiere, en dos meses ya podremos ver a Diego y yo me muero de ganas. Eso sí, si dentro de unos años pretende que la Play Station vuelva a su habitación va listo……
Mario Jimenez.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Viaje a Japón. Llegada a Osaka



Hoy mismo le decía a Marisa la suerte que tenemos por poder haber podido viajar y visitar tantos países y lugares maravillosos. Viajar es una inversión en felicidad y los intereses de esta inversión nos duraran toda la vida en forma de recuerdos.
Antes de venirnos a vivir a Filipinas, ya habíamos estado en Asia en una ocasión para celebrar nuestra luna de miel. Entonces tuvimos la fortuna de ir a dar con nuestros huesos a Sri Lanka primero y Maldivas después. Uno de los motivos por los que decidimos venir a vivir a Filipinas era poder conocer mejor Asia. Asia siempre me atrajo. Visitar este continente supone adentrarse en unas civilizaciones milenarias, dejarse envolver por una formar de entender la vida completamente distinta a la de nuestra realidad occidental. No voy a negar todos los problemas y peligros que podemos encontrar por la geografía asiática. Todos los días los telediarios hablan de guerras, miseria, tifones y terremotos. Pero es indudable que en estas tierras todavía se puede encontrar algo místico, espiritual, algo que atrae y seduce. Algo que no he encontrado en ningún otro lugar del mundo.
Varios eran los lugares que estábamos contemplando como primer destino: Vietnam, Laos, Malasia, Tailandia pero finalmente Marisa consintió en que visitáramos uno de los países que siempre soñé visitar, Japón. Con mucha seguridad sería nuestro último viaje antes de la llegada de Diego, nuestro primer hijo. Después seguro que los viajes toman otro matiz.
Como siempre Marisa organizó el viaje, buscó y rebuscó por internet para encontrar las mejores ofertas en aviones y hoteles. Finalmente sería "Philippines Airlines" la que nos llevaría al país de sol naciente. Durante el vuelo tuvimos la “suerte” de compartir asiento con una mujer filipina y su hijo griposo que, en una muestra de generosidad desmedida, no dudó en compartir todos sus pequeños virus tosiendo, estornudando y esputando directamente en nuestras caras. Mientras tanto su madre nos miraba y sonreía. Será otra de esas costumbres que todavía no entendemos. El resultado fue que estuvimos medio enfermos durante gran parte del viaje.
Llegamos al centro de Osaka a eso de las 8 de la tarde hora de Japón. De allí teníamos que llegar al centro de la ciudad donde se encontraba nuestro hotel. Después de descartar los taxis como medio de trasporte, pues son ridículamente caros (hemos tenido que llegar a pagar 50€ por recorridos de no más de 10 minutos), nos quedaba la difícil misión de entender la red de trasporte ferroviario en un país en el que te llegas a sentir analfabeto al no ser capaz de leer uno solo de los carteles que decoran las ciudades. Casi nadie habla inglés, lo cual dificulta aún más las idas y venidas por el país nipón. Sin embargo, nunca he visto una gente tan dispuesta a ayudar. Solo con abrir un mapa conseguiremos que varios japoneses se nos acerquen para intentar socorrernos.
Cuando por fin llegamos a la que creíamos nuestra estación cerca del Hotel, nos dimos cuenta de que estábamos perdidos. Entonces una mujer se nos acercó con su perro hablando en japonés ( ella, no el perro que a pesar de ser tremendamente disciplinado no llegaba a tanto) y pareciendo no darse cuenta de que no entendíamos una sola palabra. Como pudimos le señalamos la dirección del hotel y la amable señora, con su pequeño perro, no dudó en hacer gestos para que la siguiéramos. Nos acompaño durante más de 15 minutos en dirección contraria a la que ell iba, hasta dejarnos en la puerta del hotel. No paro de hablar durante todo el camino, Marisa decia a todo que sí a pesar de no entender una sola palabra, aunque eso basicamente también me lo hace a mi. Al llegar se inclinó en forma de despedida y se marchó (la señora, no Marisa que se quedo el resto del viaje).
Por fin llegamos al hotel, la habitación muy correcta. Hay que destacar la presencia de uno de esos famosos inodoros japoneses en los que la función del papel higiénico es llevada a cabo por chorrito de agua caliente que puede ser regulado en intensidad e incluso forma.
Osaka sería nuestro centro de operaciones los primeros días en Japón. Desde allí visitaríamos ciudades como Nara o Kyoto. Osaka se me antojó una ciudad más “elegante” que el propio Tokio. Sus gentes nos parecieron más amables y serviciales aun si cabe que en la Capital. Fue en Osaka donde fuimos a un curioso restaurante de Sushi. Nada más entrar te encuentras con un lugar abarrotado de gente, donde unos camareros ataviados con ropas típicas japonesas no paran de gritar, vaya usted a saber que, mientras preparan Sushi a una velocidad de vértigo. No hace falta decir que como cubiertos teniamos los tipicos palillos japoneses. Marisa no dudó en deleitarme con su técnica de las "banderillas" mientras que usaba los famosos cubiertos nipones. Desde luego ha sido el mejor sushi que he probado en mi vida.
De vuelta al hotel nos fuimos a descansar para estar listos para nuestra siguiente visita. Nara.

Mario Jiménez