lunes, 2 de noviembre de 2009
Viaje a Japón. Llegada a Osaka
Hoy mismo le decía a Marisa la suerte que tenemos por poder haber podido viajar y visitar tantos países y lugares maravillosos. Viajar es una inversión en felicidad y los intereses de esta inversión nos duraran toda la vida en forma de recuerdos.
Antes de venirnos a vivir a Filipinas, ya habíamos estado en Asia en una ocasión para celebrar nuestra luna de miel. Entonces tuvimos la fortuna de ir a dar con nuestros huesos a Sri Lanka primero y Maldivas después. Uno de los motivos por los que decidimos venir a vivir a Filipinas era poder conocer mejor Asia. Asia siempre me atrajo. Visitar este continente supone adentrarse en unas civilizaciones milenarias, dejarse envolver por una formar de entender la vida completamente distinta a la de nuestra realidad occidental. No voy a negar todos los problemas y peligros que podemos encontrar por la geografía asiática. Todos los días los telediarios hablan de guerras, miseria, tifones y terremotos. Pero es indudable que en estas tierras todavía se puede encontrar algo místico, espiritual, algo que atrae y seduce. Algo que no he encontrado en ningún otro lugar del mundo.
Varios eran los lugares que estábamos contemplando como primer destino: Vietnam, Laos, Malasia, Tailandia pero finalmente Marisa consintió en que visitáramos uno de los países que siempre soñé visitar, Japón. Con mucha seguridad sería nuestro último viaje antes de la llegada de Diego, nuestro primer hijo. Después seguro que los viajes toman otro matiz.
Como siempre Marisa organizó el viaje, buscó y rebuscó por internet para encontrar las mejores ofertas en aviones y hoteles. Finalmente sería "Philippines Airlines" la que nos llevaría al país de sol naciente. Durante el vuelo tuvimos la “suerte” de compartir asiento con una mujer filipina y su hijo griposo que, en una muestra de generosidad desmedida, no dudó en compartir todos sus pequeños virus tosiendo, estornudando y esputando directamente en nuestras caras. Mientras tanto su madre nos miraba y sonreía. Será otra de esas costumbres que todavía no entendemos. El resultado fue que estuvimos medio enfermos durante gran parte del viaje.
Llegamos al centro de Osaka a eso de las 8 de la tarde hora de Japón. De allí teníamos que llegar al centro de la ciudad donde se encontraba nuestro hotel. Después de descartar los taxis como medio de trasporte, pues son ridículamente caros (hemos tenido que llegar a pagar 50€ por recorridos de no más de 10 minutos), nos quedaba la difícil misión de entender la red de trasporte ferroviario en un país en el que te llegas a sentir analfabeto al no ser capaz de leer uno solo de los carteles que decoran las ciudades. Casi nadie habla inglés, lo cual dificulta aún más las idas y venidas por el país nipón. Sin embargo, nunca he visto una gente tan dispuesta a ayudar. Solo con abrir un mapa conseguiremos que varios japoneses se nos acerquen para intentar socorrernos.
Cuando por fin llegamos a la que creíamos nuestra estación cerca del Hotel, nos dimos cuenta de que estábamos perdidos. Entonces una mujer se nos acercó con su perro hablando en japonés ( ella, no el perro que a pesar de ser tremendamente disciplinado no llegaba a tanto) y pareciendo no darse cuenta de que no entendíamos una sola palabra. Como pudimos le señalamos la dirección del hotel y la amable señora, con su pequeño perro, no dudó en hacer gestos para que la siguiéramos. Nos acompaño durante más de 15 minutos en dirección contraria a la que ell iba, hasta dejarnos en la puerta del hotel. No paro de hablar durante todo el camino, Marisa decia a todo que sí a pesar de no entender una sola palabra, aunque eso basicamente también me lo hace a mi. Al llegar se inclinó en forma de despedida y se marchó (la señora, no Marisa que se quedo el resto del viaje).
Por fin llegamos al hotel, la habitación muy correcta. Hay que destacar la presencia de uno de esos famosos inodoros japoneses en los que la función del papel higiénico es llevada a cabo por chorrito de agua caliente que puede ser regulado en intensidad e incluso forma.
Osaka sería nuestro centro de operaciones los primeros días en Japón. Desde allí visitaríamos ciudades como Nara o Kyoto. Osaka se me antojó una ciudad más “elegante” que el propio Tokio. Sus gentes nos parecieron más amables y serviciales aun si cabe que en la Capital. Fue en Osaka donde fuimos a un curioso restaurante de Sushi. Nada más entrar te encuentras con un lugar abarrotado de gente, donde unos camareros ataviados con ropas típicas japonesas no paran de gritar, vaya usted a saber que, mientras preparan Sushi a una velocidad de vértigo. No hace falta decir que como cubiertos teniamos los tipicos palillos japoneses. Marisa no dudó en deleitarme con su técnica de las "banderillas" mientras que usaba los famosos cubiertos nipones. Desde luego ha sido el mejor sushi que he probado en mi vida.
De vuelta al hotel nos fuimos a descansar para estar listos para nuestra siguiente visita. Nara.
Mario Jiménez
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Que gran frase: "Viajar es una gran inversión en felicidad y los intereses de esta inversión duran todas la vida en forma de recuerdos"
ResponderEliminarMe la apunto si no te importa.
Me parece que el blog tiene mucho potecial, pero no lo exprimis al maximo actualizandolo un poco mas periodicamente. De todas formas, aqui tendreis un lector extremeño que os lee cuando publicais un saludo!
Muchísimas gracias por tus comentarios y apoyo, amigo David. Efectivamente, vamos a procurar ( ya lo estamos haciendo) publicar con más asiduidad lo que nos va ocurriendo por estas tierras asiáticas.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo