El rincón de Diego

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domingo, 28 de febrero de 2010

Viaja a Japón III. Nara


Retomo hoy la narración de nuestro viaje a Japón. Como ya había comentado, al llegar a Nara nos ofrecieron la posibilidad de que nos acompañara una guía totalmente gratis. Yo siempre he sido muy reticente a eso de viajar con un guía. No me gusta que nadie ordene mis pasos y menos aun mis sensaciones. Esta vez, sin embargo, nos pareció una buena idea  puesto que no sabíamos nada de esa ciudad, no habíamos preparado la visita y no sabíamos ni por dónde empezar. La verdad es que fue un acierto, nuestra guía preparo un itinerario fabuloso para adentrase en la milenaria Nara. Debo admitir que Nara es mi ciudad favorita de todas la que visitamos en nuestro viaje. Al llegar el viajero retrocede en el tiempo, no en vano Nara fue la capital más antigua de Japón. Fue fundada en el año 710 y fue considerada la primera capital permanente del país nipón.


El primer templo que visitamos fue Templo el kofjiuku. Este templo fue sede principal de la secta Hossō, y uno de los predilectos del clan Fujiwara. El kofjiuku fue construido en las afueras de la provincia mucho antes de que Nara fuera capital, siendo trasladado a Nara en el año 710. Los japoneses ya eran expertos arquitectos y construían este tipo de templos independizando cada una de las plantas, de este modo, en caso de terremoto, las plantas se moverán en sentido contrario unas de otras. A esto se le llama el baile de la serpiente. ¿El resultado?, este templo lleva 1400 años aguantando los desafíos los terremotos, bastante comunes en Japón, todo sea dicho de paso.




Fue allí donde aprendí el rito de purificación que se realiza en las fuentes a la entrada de los templos. La primera vez lo hice como algo curioso que me enseñaba la guía. Sí, tengo que admitirlo, lo hice como un turista que imita lo que hacen los lugareños sonriendo mientras le tiran la foto. Sin embargo, después lo repetía a la entrada de cada templo, con la mayor humildad y como símbolo del respeto que siento por la cultura japonesa y sus gentes. El ritual es bastante sencillo, cogemos el cazo, nos lavamos la mano izquierda, luego la derecha, tomamos un pequeño sorbo de agua y lo escupimos. Dejamos caer el agua restante por el mango del cazo, para así limpiarlo, y lo dejamos bocabajo exactamente en la misma posición que lo hemos encontrado. Nunca me encontré un cazo fuera de lugar, ni roto, no, eso no se concibe en Japón. Imagino si tuviéramos en España una tradición parecida, cada uno dejaría el cazo donde su buen entender, que para eso es suyo, creyera oportuno, la mayoría de los cazos estarían rotos o perdidos, lo niños jugarían con el agua sagrada mientras los padres miran a otro lado, en fin… De hecho solo una vez vi como este ritual no era respetado: dos jóvenes parejas se salpicaban , usaban los cazos para echarse más agua, gritaban y reían mientras los japoneses, que pacientemente hacían cola para ir a rezar a sus templos, miraban resignados al suelo. Eran españoles, y por primera vez sentí vergüenza de tener el mismo pasaporte que ellos. Me acerqué y les pedí que por favor terminasen, que ese era un lugar de culto y que la gente esperaba para rezar sus oraciones. Se fueron sin ni siquiera disculparse. Qué fácil olvidamos que cuando viajamos somos todos embajadores de nuestro país.



Aconsejados por nuestra guía, dejamos que nuestros pies nos llevaran al templo de Todaiji. Para llegar aquí tuvimos que pasar por el famoso parque de Nara, donde cientos de ciervos corretean en libertad. Es este uno de los mayores reclamos turísticos de Nara, el ciervo es un animal sagrado y venerado en toda la ciudad. Los ciervos están completamente acostumbrados a la presencia del hombre, acercándose si ningún miedo para ser alimentados. Marisa vivió entonces el que quizás fuera su momento más feliz de todo el viaje, no porque los joviales cervatillos alegraran su corazón, sino porque uno de los angélicos animalitos me embistió, con su nada desdeñable cornamenta, cuando me quedé sin galletas con las que alimentarle.



La vista del templo Todaiji es simplemente maravillosa. Queda deslucida, eso sí, por el gran número de turistas que invaden la zona. Pero este es el mundo que nos toca vivir, y cada vez quedan menos lugares no profanados por las agencias de viajes. Ya lo he dicho en alguna otra ocasión, entre el viajero y el turista solo hay una diferencia en la mentalidad. El turista contamina con su presencia. El viajero procura pasar inadvertido, es cómplice del silencio, lo necesita para pensar, pues su viaje es de fuera para dentro y no al revés. El viajero busca momentos y sensaciones, no le hace falta posar continuamente para la foto.



Para entrar al recinto del templo hay que atravesar la gran puerta Nandai-mon, con una estatua en madera de un guerrero Nio a cada lado. Estas tallas del siglo XIII son consideradas como las más bellas del Japón. El templo de Todaiji es además famoso por albergar el buda sentado más grande de Japón. Detrás de la estatua hay una columna de madera con un agujero en la base, es tradición pasar por el agujero, pues dicen que esto nos dará la sabiduría eterna y felicidad para todo el año. No menos impresionantes son los gigantescos guerreros que guardan el templo.





Después de acabar nuestra visita, y despedirnos como se merece del gran buda, me dirigí al templo Nigatsu Do. Digo me dirigí pues Marisa decidió esperar abajo y descansar unos pies ya de por si hinchados por el embarazo. A Nigatsu Do se accede subiendo por unas escaleras que nos llevan a la puerta principal del complejo. Las vistas desde allí son espectaculares, te sientes trasportado a una de esas películas de Akira Kurosawa. La puerta de entrada a los templos, la gran campana budista y todos sus edificios te hacen pensar en el esplendor de otra época. Sin embargo, lo que más llamó mi atención fue un pequeño altar dedicado a todos aquellos niños que nunca llegaron a nacer. Un pequeño buda guardaba el altar al que los padres suelen llevar pequeños juguetes para los hijos que nunca fueron. Le pedí a mi guía que me dejará solo unos minutos, y recé por todos esos niños y por Diego, al que le estaba costando venir. Recé como suelo hacerlo, daba lo mismo si estaba ante una figura de Buda, pues en el fondo, si Dios existe, seguro que entiende más de personas que de religiones.



Después de reunirme con Marisa, nos encaminamos hacia el templo de Kasuga-Taisha. Quizás fuera esta la parte que más me gustó de nuestra visita a Nara. Atravesamos un frondoso bosque custodiado por 1700 linternas de piedra y 1200 faroles colgantes. En el día de Setssubun, a comienzos de febrero, y el 14 y 15 de agosto se encienden todas esas lucen dejando todo el jardín iluminado. Todo el lugar invita al recogimiento, siendo para mi mucho más bonito el camino que llega al templo que el templo en sí. Como la vida misma.





Mario Jiménez.






viernes, 12 de febrero de 2010

De asistentas, yayas y conductores.





Es este un tema complicado de tratar, mucho más de lo que parece. Podría parecer un post de “nuevo rico” que se queja de las dificultades de encontrar una buen servicio domestico, mientras piensa en el color de su nuevo Aston Martin. No lo es, y para mi desgracia el coche de mis sueños sigue custodiado por Morfeo.

Lo primero que debemos estar dispuestos a entender es que lo que en España puede ser un lujo aquí es algo habitual, y al revés. Filipinas es un país eminentemente agrícola, sin embargo, el sector servicios tiene cada vez más peso en su economía. La mano de obra es más barata que en otros lugares del mudo, razón por la que muchas empresas, intensivas en mano de obra, deciden asentar aquí su producción.

Los servicios de ayuda en el hogar no solo están muy extendidos, tanto fuera como dentro del país, sino que es base de sustento de un gran número de familias. La oferta abarca asistentas del hogar (maid), ayudantes para el cuidado de los niños (conocidas como yayas), jardineros o conductores. La gran mayoría de estos empleados son internos, siendo habitual que el dueño de la casa que los contrata les proporcione, además del sueldo estipulado y el pago a la seguridad social, el alimento y los productos de higiene personal.

Al principio, Marisa y yo teníamos la idea de no contratar a nadie. Primero porque en España no teníamos ayuda, y segundo porque no teníamos claro eso de meter a unos completos extraños a dormir en casa. Sin embargo, fuimos poco a poco cambiando de idea. El conductor es necesario. Para un extranjero conducir aquí puede ser muy peligroso, siendo aconsejable la ayuda de un local acostumbrado a la caótica forma de conducir filipina. He oído, aunque nunca lo he visto, casos en que se han forzado accidentes contra conductores extranjeros, con el único propósito de cobrar una mayor indemnización.

Por otro lado, también necesitábamos una asistenta en casa. Esta pareja de locos que somos Marisa y un humilde servidor, no había venido sola a Filipinas. Muy al contrario, habían decidido que está aventura no sería lo mismo sin sus dos perros, una labrador llamada Lisa y una Rottweiler llamada Hera. No eran dos mascotas. En realidad, las personas que tienen mascotas no aman a los animales, pues al llamarles mascotas les convierten en cosas, en caprichos de Navidad, en meros objetos. No, Lisa y Hera son miembros de pleno derecho de esta, recientemente, ampliada familia. Miembros con ladrido y voto. Nosotros no somos su dueños, pues nadie puede poseer a otro ser vivo.



A pesar de que los dos perros habían demostrado ser más inteligentes y tener más sentido común que la loca pareja que les embarco en esta aventura, seguían necesitando que alguien les diera de comer y les sacaran a dar una vuelta. ¿Quién lo iba a hacer cuando el feliz matrimonio se fuera a pasear toda esa dicha por la ancha Asia? ¿Y cuando volvieran de visita a España? Efectivamente, se necesitaba una “maid”. Además, ¿por qué no aprovechar una de las ventajas que ofrece este país?
Pero era, y es, más fácil decirlo que hacerlo. En el año que llevamos aquí han pasado siete asistentas por casa. Algunas parecía que habían sufrido la picadura de la mosca Tsé Tsé y desaparecían de nuestra vista, y de sus obligaciones, en interminables siestas. Tuvimos una que faltaba más que venía porque tenía que acudirá a las reuniones de una secta local…. Otra no quería cuidar a los perros, pues les había cogido miedo después de sufrir un espeluznante y terrorífico ataque por dos caniches enanos, que "casi le causan la muerte", mientras paseaba a nuestro Rottwelier de 40 kg.



Cuando comenzamos a buscar asistenta ya nos avisaron de estos problemas. Es más, nos dijeron que no nos creyéramos la historia, que seguro nos contarían, sobre un familiar que estaba a punto de morirse, motivo por el cual nos iban a pedir días libres y un adelanto de su salario. La primera vez que nos lo contaron no lo creímos. O no lo quisimos creer, a pesar de que era un filipino el que nos ponía en alerta. ¿Quién podría ser tan ruin como para mentir sobre la muerte de un familiar? Pues como la Meigas, haberlas, hailas. Pero, a diferencia de las brujas gallegas, este tipo de personas abunda más y es más fácil de encontrar. Efectivamente, hay gente que no tiene el más mínimo escrúpulo en “dar sepultura” antes de tiempo -incluso varias veces- al padre, madre o abuelo: “pero si me dijiste que tu padre falleció hace tres meses, lo recuerdo porque te di 15 día libres y te adelanté 60.000 pesos”, “No, verá usted, entonces estaba muy enfermo, pero se pudo salvar. Sin embargo esta vez…” Ni que decir tiene que esto lo hacen con los extranjeros, pues sus jefes filipinos nos les toleran “ni media”.

Por desgracia, hemos tenido casos más desagradables aún. Una noche Marisa y yo salimos a cenar a un restaurante de Makati. Al regresar, Marisa descubrió que nuestra querida “maid” había hecho uso y abuso de nuestra confianza y de nuestro baño. Aprovechando nuestra ausencia, la feliz criatura había entrado en el baño de nuestra habitación y se había bañado. Tanto se relajó que se olvido el bote de champú que Marisa encontró poco después. Al principio, craso error, pensamos no decirle nada, días después iban a ingresar a Marisa para inducirle el parto y necesitábamos a alguien que se quedara en la casa. Días después del parto, Marisa decidió aclarar el asunto. Habló con nuestra asistenta mientras yo estaba en Karate lesionándome el menisco de la pierna izquierda. Ni siquiera teníamos pensado despedirla, pero la reacción de la chica fue inesperada. Al principio lo negó todo, cuando Marisa le mostro el bote de champú que probaba la veracidad de la acusación, se volvió loca. Empezó a amenazar a Marisa, cogió el champú y empezó a tirarlo salpicando el suelo y las paredes. Marisa estaba tan sorprendida como asustada, no quedándole más remedio que llamar a los agentes de seguridad de nuestra urbanización para que se la llevara de nuestra casa. En el fondo tuvimos suerte, conocemos a otra expatriada cuya “maid” no la amenazó con un bote de champú, sino con un chuchillo de cocina.



¿Cómo actuar entonces? ¿Qué hacer para que no paguen justos por pecadores? Dice mi abuela que el gato escaldado del agua caliente huye, y nosotros nos hemos quemado ya unas cuantas veces. Solo nos queda hacernos un nudo en el estomago y no ceder antes chantajes emocionales, no se dan adelantos y las vacaciones, asuntos propios y días libres son los estipulados por la ley, ni uno menos, ni uno más. Si en el camino nos encontramos con algún justo le pido perdón por adelantado.

Mientras tanto, seguimos sin encontrar alguien al que poder confiar nuestra casa cuando estemos de viaje.

Mario Jiménez



lunes, 8 de febrero de 2010

Esta es la Historia Sweeney Todd...



Decía mi amigo Fran que el amor es para los que tienen el estomago lleno. Supongo que el teatro con más razón. Hay que saber priorizar, no digo yo que no. Lo primero es los primero, aunque a veces viene bien saltarse esta, y otras muchas normas.

Filipinas no tiene una gran oferta cultural. Un museo en el centro de manila, donde guardan los restos de un viejo galeón español, y algunos conciertos de música clásica desperdigados por toda la ciudad. A parte de eso, poco, muy poco. En la cena que se celebró en casa del embajador español, por motivo de la hispanidad, tuve la oportunidad de charlar con Cesar Caballero, un reputado pintor madrileño asentado en la capital tagala. Cesar me comentó que los cuadros y esculturas en Filipinas no estaban en los museos, sino en manos de los particulares más afortunados.


Sin embargo, hay una compañía , the Repertory Philippines, que intenta promover el teatro en Filipinas. Suelen realizar cuatro obras a lo largo del año, siendo la última de estas la que más presupuesto y preparación tiene. Estás pasadas Navidades representaron Sweeney Todd, musical que ya tuve la suerte de ver en el teatro Albeniz de Madrid, hace ya más años de los que quiero recordar. Sin dudarlo un momento compramos las entradas para tan ansiada ocasión.



La obra se representaba en un pequeño teatro situado en la segunda planta del “green belt”, enorme y lujoso centro comercial del centro Makati. Al llegar, una señorita revisa en una arrugada hoja los asientos disponibles, señalando con un rotulador nuestras butacas recién adquiridas. Me di cuenta, nada más entrar al teatro, que la puesta en escena distaba mucho de aquella que pude disfrutar en Broadway, cuando Marisa me invito a ver “El fantasma de la Opera”. Ni falta que les hizo a los actores para demostrar su profesionalidad: Audie Gemora como Sweeney Todd y Menchu Lauchengco-Yulo como Mrs. Lovett, estuvieron simplemente maravillosos. La orquesta, genial, magnifica. Ya he comentado en muchas ocasiones, y me reafirmo, que los filipinos tienen un don par la música.



La función fue transcurriendo ante un público entregado… a otros menesteres. Sí, la gente nos se “conformaba” con llevar patatas y palomitas a una obra de teatro, sino que se atrevía con hamburguesas y pizzas enteras. Igualito que en la gran manzana. Me pregunto si habían hablado antes con Fran.

Después de tan opípara cena, tocaba la siesta de rigor. Me quede totalmente boquiabierto cuando, al llegar el descanso de la obra, pude ver a varios de mis “vecinos” entregados a los brazos de Morfeo. Roncando, todo sea dicho de paso. ¡Este sí que era el teatro de los sueños!

Al acabar fuimos abandonando el teatro, aún a riesgos de despertar a los “bellos durmientes”, que tenían poco de lo primero y mucho de lo segundo. La obra me encantó, ya lo he dicho, y más aún si tenemos en cuenta todas las dificultades con las que estos actores se encuentran para promover el teatro en Filipinas. Volvíamos así al mundo real y dejábamos aparcado, momentáneamente, el de los sueños, aquel al que te trasporta el teatro. Estés donde estés. Aunque ya se sabe, la vida es sueño y los sueños…

Mario Jiménez


jueves, 4 de febrero de 2010

LA FELICIDAD

La Felicidad es una señora que se presenta de muy variadas formas, con distintos disfraces, tan diferentes entre sí que a veces resulta difícil darse cuenta...
Nunca pensé que FELICIDAD sería para mi el que el pediatra me diga que mi bebé ya pesa 3.700g, FELICIDAD es lo que me embarga cuando lo abrazo bien fuerte tras bañarlo y le huelo, sería muy atrevido para mi intentar siquiera describir ese olor con palabras, FELICIDAD es símplemente observarlo mientras duerme, y sí, me lleno de felicidad cuando el pobre mío por fín encuentra mi pecho y su llanto se calma inmediatamente...cuando encuentra por fin el alimento y fija sus ojos llorosos en mi, como recriminándome los minutos que he tardado en ofrecérselo...FELICIDAD es ver cómo su piel se vuelve suave, y donde antes había puro pellejillo ahora empieza a haber molletes, ahora mismo le escucho, está dormido pero hace ruiditos...¿Cómo se puede ser feliz con esto? ¿me habré vuelto loca?
No, creo que símplemente me he convertido en una MADRE.


MELANCOLÍA


Def. “Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que no encuentre quien la padece gusto ni diversión en nada”. Diccionario de la Lengua Española.


El estar lejos de casa dispara un enjambre de sentimientos, aumentándolos y magnificándolos. Ya he pasado la barrera del año en estas tierras extrañas. Mi vida ha cambiado completamente desde entonces. En realidad lleva cambiando sin descanso desde hace muchos años. Recuerdo una conversación que tuve, hace ya algún tiempo, sobre este tema con mi amigo Ricardo, “En el fondo eres un afortunado por vivir de esa manera. A nuestra edad, la mayor emoción de muchas personas es ir a comprar al centro comercial los sábados”.

La añoranza del hogar es algo muy común que nos pone a prueba en todo proceso de expatriación. La fuerza de este sentimiento es algo que debería ser tomado muy en cuenta antes de decidir si aceptar un trabajo lejos de casa. Sé, y ya lo he mencionado en muchas otras ocasiones, que ni puedo ni debo quejarme de mi situación en Filipinas. Sin embargo, me vienen a la memoria las palabras de Homero: “Nada hay tan dulce como la patria y los padres propios, aunque uno tenga en tierra extraña y lejana la mansión más opulenta”.

Desde hace tiempo experimento una sensación rara, es como si la realidad se hubiera dividido en dos. Por un lado, la vida de todos los que dejamos en España sigue su curso normal, ajenos a nuestra ausencia. Por otro lado está nuestras día a día, desconocedor en gran medida de lo que sucede a tantos kilómetros de distancia. ¿Qué nos esperará a la vuelta?, ¿Seremos extranjeros en nuestro propio país?, ¿extraños entre nuestros seres queridos?, ¿Habrá regreso? Si hay algo que creo con seguridad es que la distancia es el olvido, y no hay mayor distancia que el cruel, mortal e injusto olvido.



En una reciente carta, mi amigo Pedro me decía que notaba este blog impregnado de una fuerte Nostalgia. A su vez, me daba otro de sus sabios consejos: “Disfruta del presente, pues estos momentos serán los que produzcan nostalgia en el futuro” Cuánta razón.

Tristeza vaga, sosegada y permanente……. La verdad es que es más cíclica que permanente. Gracias a Dios, porque de sosegada tampoco tiene mucho. Pero lo cierto es que suele regresar, como un otoño, asilado en esta fría primavera oriental. La melancolía es el placer por estar triste, decía Víctor Hugo. ¿Placer?, no estoy tan seguro. Un dulce y tentador dolor, un agrio beso en el mar, una canción de cuna que nos da desvelo. Una fabula encantada que se enreda entre las arenas del tiempo. Una mentira, delirio la cruda verdad.

Quizás otro viaje ayude a seguir enmarcando días de lluvia, a quitarle los puntos a las íes y a teñir el dolor con un rojo atardecer. Marisa ya prepara otra aventura, tal vez el alma necesita un respiro en el templo de Angkor ,y el cuerpo un total abandono en las playas del Nido.

“No hay melancolía sin memoria ni memoria sin melancolía”

Marcel Proust.



Mario Jiménez.



miércoles, 3 de febrero de 2010

La visita a las oficinas de Hacienda.


Hasta visitar las oficinas de Hacienda es ,en Filipinas, toda una aventura. Hace poco tuve la ocasión de vivirlo en primera persona. Por aburridos motivos de trabajo, los cuales voy a omitir, tenía que presentarme en las oficinas centrales del B.I.R, o lo que es lo mismo, el departamento de hacienda en el país Tagalo. Lo bueno, y lo malo, de este tipo de acometidas es que nunca sabes con lo que te vas a encontrar. Mi conductor me aviso de que deberíamos salir pronto, el lugar no estaba muy lejos en distancia, sin embargo, las distancias aquí es mejor medirlas en tiempo. Para recorrer 50 Km tardamos más de 4 horas. Lo sorprendente fue la localización de las oficinas.

El viaje comenzó por autovía, por cierto, el concepto de autovía dista mucho del occidental. Aun así, la carretera era “razonablemente” buena. El tráfico, como siempre, un infierno. A veces pienso que los Filipinos viven en el coche, sino no tiene sentido. Lentamente íbamos avanzando, dejando las carreteras principales para desviarnos en angostos caminos apenas pavimentados. Finalmente, nos adentramos por unos estrechos senderos de tierra,  entonces   me di cuenta de que estabamos en medio de la jungla, literalmente. Fue tan impresionante como sorprendente. El paisaje era simplemente espectacular, tanto es así, que no puede más que bajarme del coche y hacer fotos de todo lo que me rodeaba.

Por fin llegamos a nuestro destino, que no olvidemos que era la oficinas regionales de hacienda. Alguien había decidido que el sitio más conveniente, para ubicar la central de hacienda, era en una aldea en medio de la selva de Laguna.

Yo llegue allí en mi coche, sin embargo, muchos llegaban allí andando – no sé muy bien desde donde- o incluso a lomos de unos gigantescos bueyes de color blanco o negro. Estas eran las nuevas oficinas del B.I.R ,que habían sido construidas a raíz de los daños que sufrieron las anteriores durante el último tifón. Una vez visto las nuevas instalaciones me pregunto cómo serían las antiguas…


Cada vez que me presentaba al alguno de los innumerables funcionarios con los que tuve que hablar, se repetía la misma conversación:

- ¿De dónde eres?

- Soy Español

- Ah! Los españoles estuvieron aquí mucho tiempo…400 años

- Ya, ya….

- Tenemos algunas palabras iguales a las vuestras

- Sí ya los sé: mesa, silla, cubiertos, los días de la semana, los números…

-¿ De que parte de España?

- Madrid

- Uno de nuestros héroes estudió allí ( José Rizal, que por cierto tiene una estatua en al Avda. de las Islas Filipinas en Madrid)


A pesar de lo distendida que pueda parecer la conversación, lo cierto es que muchos filipinos guardan un claro resentimiento hacia España. Todo lo contrario pasa con Estados Unidos, un país al que literalmente idolatran. No deja de ser curioso, pues los americanos mataron más filipinos en 40 años que los españoles en 400. Más de un millón de filipinos murieron en la guerra hispano-estadounidense. Después de la derrota española, los americanos no cumplieron su palabra de conceder la independencia a las Islas. Abolieron el Español e impusieron el Inglés, lengua que es aún cooficial junto con el tagalo. Aún así, los filipinos intentan imitar en todo a los americanos. Sin ir más lejos , Makatí, centro financiero de la ciudad de Manila, es una clara copia de cualquiera de las megas ciudades estadounidenses y sus interminables rascacielos.

Ni que decir tiene que, finalmente, no pude solucionar ese día mis problemas con Hacienda. Pero con eso ya contaba cuando salí de casa.

Mario Jiménez




Mario Jiménez